PuñoyLetra
(Publicado en el Diario 2001 / Domingo 7 de julio de 2013)
MARIO VILLEGAS
La Venezuela dialogante
Tenemos un gobierno absolutamente contrario al diálogo respetuoso y constructivo con los actores políticos, económicos y sociales que no le son afines u obedientes.
Pese a que el presidente Nicolás Maduro y varios de sus ministros han sostenido con determinados empresarios unas pocas reuniones, fundamentalmente dirigidas a resolver tal o cual emergencia en la producción y distribución de alimentos, lo cierto es que la política oficial predominante es la de la amenaza, la imposición vertical de decisiones unilaterales y la negativa sistemática a reconocer, interactuar y consensuar líneas de acción con actores claves de la sociedad.
En esta materia y salvo por tímidas excepciones, Maduro ha copiado el modelo autoritario implantado por el fallecido presidente Hugo Chávez Frías.
Luego de tantos años de irracional, virulenta, corrosiva, improductiva y agotadora confrontadera, no es difícil descubrir que la inmensa mayoría de nuestra sociedad sueña y apuesta por una Venezuela dialogante, en la que las diferencias políticas, sociales, filosóficas, culturales, generacionales, religiosas, étnicas, de género o de cualquier otra naturaleza, no impidan la civilizada coexistencia en la diversidad, el debate respetuoso y la resolución pacífica de las controversias, así como la posibilidad de acometer soluciones compartidas a problemas comunes.
Si se lee desapasionadamente los resultados del 14 de abril dados a conocer por el Consejo Nacional Electoral e impugnados por Henrique Capriles, habría que extraer dos conclusiones fundamentales. La primera, el país quiere que los cambios políticos se produzcan por la vía constitucional, democrática y electoral. La segunda, el país quiere un equilibrio de fuerzas entre el gobierno y la oposición, de modo que ambos, lejos de aplastarse el uno al otro, se vean forzados a dialogar y a llegar a acuerdos que garanticen la gobernabilidad y el ejercicio de la corresponsabilidad en la función pública y en la solución de los graves problemas de la nación. Mucho ganarían Venezuela y los venezolanos si el sectarismo y la pequeñez fuesen puestos de lado en beneficio del supremo interés nacional.
Mientras el oficialismo ha optado preferentemente por seguir desconociendo y descalificando no sólo al adversario sino a quienes no le son sumisos, en la oposición resurgen algunos factores que pretenden posicionar su tesis “no dialogante” y “no electoral”. Tesis que, por cierto, sus postulantes deben explicar muy bien, pues no parecen ancladas en la vocación pacifista expresada por el pueblo el 14-A ni en el espíritu y la letra de nuestra Constitución. Por suerte, hasta ahora han sido y son claramente minoritarias dentro y fuera de la Unidad esas corrientes que Teodoro Petkoff no ha vacilado en calificar de “no exactamente democráticas” y que siempre han servido de excusa al gobierno en su afán de atribuirle propósitos golpistas a una oposición que viene creciendo arrolladoramente en el terreno democrático y electoral.
La Venezuela democrática no se resigna ni al madurismo autoritario ni al madurismo al revés, igualmente enemigo del diálogo y del consenso.